Hace unos días me crucé con un video en la redes sociales que me dejó no solo el corazón partido sino también pensando mucho. Quise compartirlo en Instagram varias veces pero me parece tan fuerte que no pude hacerlo así nomás. Sentí que debía acompañarlo con algunas palabras que expresaran lo que en mi había generado.
El video cuenta en unos breves segundos la historia de una niña con una infancia «normal», llena de juegos, risas y mundos de fantasía. Esa niña va creciendo, cambiando sus intereses, descubriendo el mundo exterior y… las redes sociales. Así es como va cruzándose con cuerpos «ideales», dietas ridículas que se ponen de moda y estereotipos imposibles. A medida que el video avanza vemos cómo va desapareciendo su sonrisa y el brillo de sus ojos es reemplazado por una mirada crítica, casi de odio, hacia sí misma. Como es de esperar, termina siendo internada por un trastorno alimenticio. La buena noticia es que al final se la ve recuperada y saludable, junto a otras chicas adolescentes saliendo de situaciones similares (depresión, ansiedad, etc.).
Lo que quiero remarcar es que todo, absolutamente TODO, lo que consumimos tiene impacto en nuestro cuerpo (físico, mental y espiritual). No solo lo que comemos. También nuestro entorno, las toxinas a las que nos exponemos cada día (ambientales, productos de belleza y cuidado personal) los lugares que frecuentamos, la gente con la que nos relacionamos, lo que miramos en la tele y, por supuesto, las redes sociales. Seamos conscientes a la hora de elegir qué cuentas seguir (y consumir). Si estás siguiendo a alguien que te despierta algo negativo, que te hace sentir que no sos suficiente, que te lleva a mirarte de un modo crítico, a pensar que podrías estar haciendo más, hacete un favor y dejá de seguirlo YA. Si cada vez que ves un post de esa persona sentís que se te tensiona el cuerpo, o que se acelera tu respiración, o se te pone dura la panza, o apretás los dientes es una clara señal de que no te hace bien.
No sirve ser impecables con el cuidado de nuestra alimentación y la actividad física si estamos permanentemente «consumiendo» cuentas que nos llevan a la autocrítica y el des-amor propio. Seamos implacables a la hora de decidir a quién le regalamos nuestro tiempo y nuestra atención, como si nuestra vida dependiera de ello (porque lo es).
Aca el video del que hablo.